2002-07-06
Recordando al Padre U(sj)
A pesar de que en este espacio los temas religiosos suelen tratarse con respeto y devoción, he de confesarles que siempre he dedicado pensamientos críticos hacia la fe, sobre todo en aquella lejana adolescencia en la que pajas y granos iban unidos de la mano. Para un muchacho inquisitivo y curiosón la religión era fuente de todo tipo de sorpresas. Por ejemplo y sobre todo, ¿alguien podía entender la castidad de los curas? ¿Qué extraños sujetos eran aquellos que sacrificaban su sexualidad a un Dios que sólo se manifiesta en antiquísimos panfletos y por la boca de los papas y las flores? ¿Era esa renuncia la causa de su extraordinario poder sobre los demás? No quiero que piensen Vds que mi adolescencia fue una perpetua primavera de deseo y depravación, pues mis dudas sobre la religión iban mucho más allá de la vida sexual de curas y monjas (más interesante éstas que aquellas, sin duda).
Por ejemplo: ¡la transubstanciación!, aquello sí que eran poderes. Se levanta la hostia, se hace la plegaria y allí se encarna Dios. Ay, cuantos experimentos para comparar las cualidades organolépticas de la hostia antes y después de la consagración buscando el rastro de la presencia divina (Dios, si es, es soso).¿Y qué me dicen de la fabulosa naturaleza unitrinitaria de Dios?, capaz incluso de violar las verdades más puras de la lógica. ¡Y la existencia del infierno! ¿Dónde? ¿Qué extensión? ¿Cómo se comunican las almas entre sí? ¿Sufren?...
Pero hoy quería contarles, al hilo de un post de mi buen amigo Rigel, mis recuerdos del padre U(sj). Tratábase de un escueto jesuita en quien la edad había depositado un venerable rastro de santidad que hacía más sorprendente la contundencia y rapidez de sus capones, su sentido del mando y la abigarrada ideología que demostraba a través de la bandera del Imperio y el retrato (a pie) de Franco que flanqueaban la mesa de su despacho. Además, U(sj) padecía un tembleque bastante acusado, con lo que cada vez que consagraba su cuerpo entero vibraba haciéndonos temer que, en su bajada, Dios se encarnase en cualquier mosca en tránsito o incluso en alguno de los fieles de primera fila. Recuerdo un día - sería a finales de carnaval - que U se empeñó en realizar el rito de la imposición de la ceniza. Imaginen: arrodillados en fila y temblando todavía más que el cura, cada una de las víctimas recibía el dedo polvoriento en una parte distinta de la cabeza o el pecho. Aquel día casi muero asfixiado por la risa, aunque bien pensado, también pude haber quedado tuerto.
O ciego, que era muy rápido el cabrón. ¶
posted by vendell 00:18
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Comentarios
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Bien pintado el Padre U (¿quizás Usoz?), como no podía ser de otra manera viniendo del teclado del que viene,
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No no, no es Usoz. Y que conste que la formación básica es la que da la quinta columna laica que opera en los colegios de jesuitas y otros curas. Ahí es donde se aprende el auténtico espírtitu crítico.
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