2002-10-08
Taller
Cuenta nuestro amigo Rigel que en su última visita al taller oficial de la marca (del coche que tiene) le atendieron poco menos que como si fuera a inscribir a un hijo a un colegio religioso (modalidad no concertado). Vayan y lean el despliegue de aluminios, higiene, silencio, ordenadores, corbatas y otras cosas con que las damas y caballeros de la marca le recibieron en su pequeña fortaleza.
El episodio me ha hecho pensar en Abelardo, mi mecánico, un hombre afable que me cobra tan poco que todos los años, por Navidad, le regalo una botella de coñac Napoleón. Tan discreto es Abelardo que todavía no he podido averiguar si se bebe el coñac, si se lo regala a un cliente o si su mujer lo utiliza para las tartas de almendra cuya fama han llegado hasta mis oídos, y no precisamente por la vía de su marido, Abelardo, mi mecánico.
El taller de Abelardo también es discreto. Tan discreto que es clandestino. En el taller tiene varios 850s (el coche-cerdo) verde mint en estado de regeneración. El garito es oscuro y algunas de las manchas del suelo parecen tan antiguas que deben ser de aceite de ballena. Un día, cuando el querido Fiat Fuchingo de Marilyn cayó víctima de un cuadro agudo de agotamiento mecánico múltiple fui al taller y me encontré a Abelardo discutiendo con un tipo bastante mal encarado. El hombre venía en un Ford Fiesta mk I apenas reconocible bajo la profusión de spoilers, alerones, rejillas y otros adminículos que disimulaban su auténtica identidad: 900 centímetros cúbicos y 35 caballos entregados a través de cuatro velocidades no sincronizadas. Una joya, vamos.
Mientras esperaba prudentemente alejado de la pareja pude cazar al vuelo una parte de la conversación.
- Vai ó carallo Luis, vai ó carallo. Xa che dixen que eu non lle meto mano a vehículos atunizados. Que logo non andan e me botades a min a culpa. ¶
posted by vendell 13:40
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