2002-02-28
Queer town
San Francisco es el epicentro de la revolución gay que poco a poco va convirtiendo una grave enfermedad de siniestras consecuencias morales en una opción más de las muchas que podemos tomar en este mundo cada vez más libre.
La sociedad haría una buena inversión enviando a pasar una temporadita al barrio de Castro a la horda de tarugos homófobos que todavía circula por nuestras aceras. Por cualquiera de ellas.
Castro es un barrio animado, constantemente paseado por turistas boquiabiertos y gente amable, tirando a guerrillera y concienciada. Sus calles dan una impresión entre desenfadada y hortera, a mitad de camino entre un parque disney del mariconerío y los lugares sagrados donde la libertad no conoce otros límites que los que cada cual quiera darle. A mi me gusta Castro, aunque quizá sature un poco la meliflua espiritualidad nuevaolera que impregna los ambientes más liberales de esta América. Sin embargo, gracias a esta espiritualidad, las tiendas están llenas de alimentos extraordinarios procedentes de lugares lejanos. Aquí encontramos, por primera vez juntos en un estante, berenjenas, calabacines, ajos y pimiento que se venden como orgánicos, al igual que el café, las sodas, la pasta y las galletas. ¿Se dan cuenta? En mi pueblo lo único orgánico es la basura.
Como aquí todo va seguido de una dirección dot-com, no he podido resistir la tentación de hacerles llegar las de American Bear y American Grizzly, dos publicaciones cuya consulta resultará especialmente gratificante a hirsutos acomplejados. Por cierto, que en la tierra de la corrección política, he optado por emplear la terminología del magnífico diccionario sessual de Elenis.
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posted by vendell 23:51
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Comentarios
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A mí también me gustó mucho Castro. Estos días me pregunta la gente qué tal por allá, que cómo es y todo eso. Y yo, como la Niña, no sé qué contestar. No puedo concretar mi viaje en hechos señalable, paisajes inolvidables o anécdota divertidas. Lo único que tengo en la cabeza es un montón de color. |
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