2002-11-23
Perder el autobús
Sigamos con la historia de la confirmación, ya saben, ese sacramento por el cual nos unimos más íntimamente a la Iglesia y nos enriquecemos con la fortaleza especial del Espíritu Santo, o simplemente nos soplamos unas cuantas clases y aprendemos a convivir con disparatadas creencias ajenas. Me había apuntado a la terapia de dogma grupal con interés y curiosidad, y quizás también para darle a Dios una última oportunidad de hacerse con mi alma, ya que aparentemente se había tomado la molestia de crear el mundo para nuestro disfrute. De todo aquel asunto sólo recuerdo el día en que nos convocaron tras la última clase de la tarde, cuando ya todo el mundo se había marchado a casa. De camino a la sesión encontré a mi amigo A vagando por los pasillos, y viéndolo aburrido le dije que se viniese al cursiño, que total sería bienvenido. Una vez allí y tras una amena introducción, el padre Z nos pidió que meditásemos sobre los motivos que nos habían llevado a pensar en tomar dicho sacramento, y que, en silencio y de uno en uno, los fuésemos escribiendo en la pizarra.
Los quince asistentes comenzamos un ordenado peregrinaje hacia el encerado, donde nos esperaba el tacto seco de la tiza y la altura de miras que la tarima otorga a todo maestro, por ínfima que sea su talla. Poco a poco, la pizarra se iba llenando de frases sinceras, ver la luz, buscar a dios, abrirle mi corazón, encontrarme a mi mismo. Cada vez que nos cruzábamos en el pasillo intercambiábamos miradas de admiración por lo profundo de nuestras reflexiones, o sonreíamos al descubrir que compartíamos con el otro tantos sentimientos y tan íntimos. A también se levantó, y con expresión severa garabateó en la pizarra con su letra imposible: He perdido el autobús.
Cuando todo acabó, el padre Z se quedó admirando el encerado con los brazos colgando a lo largo del cuerpo y las manos haciendo cuenquito hacia atrás. Seguía siendo él, pero ahora sonreía satisfecho, como si una horda de seminaristas grafiteros hubiese decorado las paredes de una casa de ejercicios. Z se volvió y dirigiéndose a A dijo: No te preocupes, nosotros te ayudaremos a que no pierdas ese autobús
Qué paradoja. Ayer perdí el avión y tenía una cita para comer, precisamente con A. No llegué a tiempo, pero quizá sea ese mi destino. Mi salvación.
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posted by vendell 23:40
7 Comments
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Comentarios
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De: el paseante confirmando |
Fecha: 2002-11-25 08:34 |
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Me he reído con ganas con su historia, Vendell; realmente está a la altura del mesiánico personaje. Sí, yo también fui en mis años mozos alumno del padre Z... A mí también me llamaba la atención esa forma peculiar de andar por la vida con las manos hacia atrás, a mitad de camino entre un personaje de Ibañez con tendencia al disfraz, un oso yogui patizambo y un Obelix libidinoso, cargando a sus espaldas con el imaginario menhir de una fe tambaleante. Y aunque no tuve el placer de asistir a sus clase preparatorias de la dichosa confirmación -yo ya había confirmado mi agnosticismo por aquel entonces- sí pude asistir horrorizado al nada sutil proceso de lavado de cabeza colectivo que sufrían algunos compañeros, periódicamente abducidos por el turbio personaje, en lo que él denominaba "convivencias" y de las cuales regresaban con un aire lobotomizado en la mirada y una cursilería babosa cada vez que habrían la boca para recordarte lo vacías que eran antes sus vidas, que hacían presagiar lo peor. Afortunadamente todo esto se olvidaba rápidamente con el segundo guisqui en el guateque del viernes siguiente. Tengo que dejarles, pero el tema da mucho más de sí, pero que mucho más...
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De: Vendell |
Fecha: 2002-11-25 23:05 |
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¡Vivan los guateques! Con sólo que Z hubiese dedicado su tiempo a hablar sobre las cosas importantes como el correcto uso del preservativo en las relaciones chico-chica, o chico-chico, su magisterio habría calado más hondo en nuestros corazones.
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De: Vendell |
Fecha: 2002-11-25 23:07 |
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"Obelix libidinoso, cargando a sus espaldas con el imaginario menhir de una fe tambaleante"
Esto pasará a los anales del metaforismo bloguil, que por cierto, ya no caben en el armario.
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De: el paseante discrepando |
Fecha: 2002-11-26 11:55 |
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Me lo puedo imaginar: el padre Zeta entrando en la clase, las manos haciendo cuenquito hacia atrás, con un preservativo en cada palma, y con la lubricidad transparentándosele en el rostro encendido, diciendo "chicos podeis confiar en mi..."
Por cierto, eso de los "anales" no irá con segundas...
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De: Vendell |
Fecha: 2002-11-27 01:42 |
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Debería haber firmado "paseante difamando", pero bueno, allá Vds y sus conciencias. Yo siempre imaginé que la postura de las manos era de practicar en exceso el ¿a -que-no-sabes-en-que-mano-está-el-caramelo?
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De: virus |
Fecha: 2002-12-04 18:53 |
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pues tampoco estaban tan mal las convivencias, algunos se iniciaron en los placeres de la vida: birras, sexo y algun porrito que otro mientras escapaban de los vigilantes de la noche. Que asco
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