Supongo que al igual que debería ocurrirle hoy a muchos escritores respecto de la novela en cuanto que género literario, en 1890 la mayor parte de los compositores europeos también mantenían con el romanticismo una relación similar a la que luego exhibiría el Dr Martínez Bordiu con su agonizante suegro, por decirlo de alguna manera. Y ahí, en medio de ese encarnizamiento creativo y del tufo pretencioso que despide el presente vivido como si fuese historia, un fracasado escolar de los conservatorios y pianista de cabaret llamado Erik Satie comenzó a componer unas obritas bellísimas en las que hoy, además, reconocemos el aliento premonitorio del jazz modal y otros paisajes sonoros contemporáneos. Esta es la primera de las Gymnopédies, bautizada en enigmática referencia a una fiesta espartana en la que hombres de todas las edades bailaban vestidos, pero desarmados.
Los espartanos, siempre tan melancólicos e introspectivos.
La verdad es que Satie es un compositos cargado de imaginación, y es un placer escuchar sus gymnopedies (¿gymnopedias en casellano?).
Además, al menos por mi experiencia, es una de las pocas obras musicales que, teniendo más de un siglo, alguien la escucha y cree que es una obra actual.
Siempre me ha gustado saber de las melodías conocidas a qué obras pertenecen. Ahora por su post conozco una más. Gracias :)
Con todo lo que usted sabe de músicos y música podría perfectamente escribir un libro con una selección personal de compositores clásicos, desde Monteverdi a Miles Davis, por decir algo.
Dedicando cuatro o cinco páginas a cada uno. Ya sabe, su aportación a la música, su biografía, anécdotas, relaciones con otras ramas del arte o del saber...
¡Cómo me gustaría leer un libro así. Sería genial! ;)