2003-04-08
Prosperidad
Tras meses languideciendo ante el desinterés del vecindario el kiosco de la esquina cerró definitivamente sus puertas. Nadie pareció echarlo de menos: diez metros cuadrados distribuidos en un trapezoide, pocos periódicos y agotados ya a media mañana, pésima selección de revistas, mucho fascículo y ninguna sonrisa con el cambio. Ese mismo domingo, mientras desayunábamos en la terraza de enfrente, vimos entrar a un hombre que sacó las estanterías a la acera; las desmontó y las introdujo en una furgoneta pequeña de esas que en los anuncios sirven para llevar a la familia de picnic los domingos. El lunes por la tarde las paredes del local ya estaban pintadas de verde claro, aunque el leve olor a ajo delataba verde abeto rebajado con pintura de paso de cebra. Un día más y ya había una mesa de despacho barata con una anticuada pantalla de ordenador encima. Y neveras. Neveritas de colores como de Philippe Starck pero más sencillas. Era una tienda de neveras portátiles de diseño contemporáneo, o así.
Sólo le vi una vez. Estaba frente a la tienda acompañado de un niño de unos diez años que miraba todo con orgullo. El no separaba la mano de la nuca del crío mientras con la otra dibujaba en el aire lo que debía ser un letrero imaginario. Entraron mientras yo subía la cuesta y cuando pasé frente al escaparate estaban sentados a ambos lados de la mesa, charlando mientras comían un bocadillo envuelto en papel de aluminio.
Pero entonces tampoco sabía que iba a ser la última vez que les vería. No se vendieron bien, las neveritas.
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posted by vendell 08:19
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Comentarios
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Me están dando ganas de montar en ese próspero local algún negocio interesante: venta de molinillos de cafés, alquiler de jaulas de grillos...
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Suerte que tiene Martin. La tristeza soñada de ese fracaso empresarial forma parte de mis pesadillas más tristes. El orgullo vencido, la fe quebrada, la ilusión que se extingue... es el día a día de tanta gente que me revuelve las entrañas el fingido mensaje de prosperidad que nos vende la patria. |